Otra vez el recogimiento. De nuevo la reflexión. La Semana Santa más recia aflora cada noche por las oscuras calles de la capital zamorana. La rigurosidad de las hermandades penitenciales de la noche quedaban de nuevo patentes este Martes Santo con las Siete Palabras.
El Cristo de la Agonía proclamaba sus últimas siete palabras antes de su último aliento. Siete palabras que tras salir de la iglesia de La Horta, atravesaron la calle Caldereros y la Plata antes de ascender por Balborraz. Una subida sobria, casi con un toque marcial. El sonido de los hachones en el empedrado y los tambores que acompañaban al Cristo daban ese punto de rectitud.
El desfile procesional, bañado por la luna y un cielo estrellado, abandonaba su hábitat, los barrios bajos, para acudir a su cita fiel en la Plaza de Viriato. Allí resonaba el rezo de las Siete Palabras. Era el momento de la reflexión. La imagen de Cristo rodeaba la emblemática plaza de la capital mientras se desarrollaba la ceremonia.
Una vez finalizado el rezo, los hermanos retornaban al templo de salida por la Rúa de los Francos, la calle del Pizarro, Cuesta del Pizarro, Avenida de Vigo, calle Puente, Plaza de Santa Lucía, Zapatería, Caldereros y calle la Horta. Esos últimos metros son los de los hermanos, para pensar, para orar, para conseguir ese punto reflexivo. Otro Martes Santo que pasa. El Cristo de la Agonía ya descansa de nuevo en su casa.
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