Sesenta años mirando al cielo por el dolor de un hijo caído

La Hermandad de Jesús en su Tercera Caída ha adornado las calles de raso blanco y negro en un desfile procesional en el que se conmemoraban los sesenta años de la Virgen de la Amargura. 

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La cuesta de la Morana comenzaba a llenarse de Hermanos desde horas antes al inicio de desfile. Lunes Santo y la capital se tiñe de blanco y negro al paso de Jesús en su Tercera Caída. San Lázaro era testigo de los abrazos, las miradas al cielo, que volvía a dar tregua, y la ilusión de un nuevo desfile procesional de la Hermandad. El rezo del padre nuestro terminaba y el presidente de la Hermandad, Jesús Fernández, pronunciaba las palabras que daban el inicio "que se abran las puertas".

La luz de la tarde se abría paso iluminando el templo y los hermanos estaban listo, "es la hora". La comitiva comenzó su recorrido al paso de la banda de clarines y tambores. El raso negro y blanco se abría paso por las calles mientras los pasos comenzaron a dejar San Lázaro para emprender su camino.

Un camino de especial relevancia para la Virgen de la Amargura que en este 2019 cumplía sesenta años procesionando al lado de su hijo caído. El ascenso por la calle del Riego dejaba tras de sí la Despedida, a Jesús en su tercera Caída y la Virgen de la Amargura con las calles copadas de hermanos de acera. El paso por Santiago el Burgo dejaba otras de las imágenes más bellas de esta Hermandad que ya se abría paso camino a la Plaza Mayor para vivir uno de los momentos más inolvidables de la Pasión zamorana.

La plaza de la capital se quedaba pequeña para un acto que cada año, congrega a más espectadores. Los hermanos comenzaron a posicionarse al son de las bandas que acompañaban a cada uno de los pasos y la emoción del ambiente ya era más que palpable con un ferviente silencio cuando el coro de la Hermandad entonó las primeras notas del himno por excelencia de la tarde de Lunes Santo 'La muerte no es el final'.

Tras ello, y con el corazón aún encogido, el último tramo del recorrido ganaba aún más belleza por las estrechas calles hasta el Museo donde el saludo y el cariño entre hermanos ponía fin a la tarde de Lunes Santo.


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