La incidencia del cáncer de tiroides se ha incrementado en los últimos 10 años, pero no su tasa de mortalidad

La incidencia del cáncer de tiroides, la neoplasia endocrina más frecuente, ha ido incrementándose en los últimos 10 años aunque no se ha acompañado de un aumento de su tasa de mortalidad por el buen pronóstico que suele asociar, según ha informado la jefa de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital La Luz de Madrid, María Luisa de Mingo.

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Se estima que en Europa aparecen 28.000 nuevos casos al año de carcinomas diferenciados de tiroides (entidad que incluye el tipo papilar, el más frecuente y el folicular), siendo más frecuente en mujeres que en hombres y cuya edad del diagnóstico se sitúa entre los 40-50 años.

El único factor ambiental demostrado que se relaciona con la aparición del cáncer de tiroides es la exposición a radiaciones ionizantes especialmente a edades tempranas. No obstante, también se han publicado estudios que relacionan la obesidad con el cáncer diferenciado de tiroides de tipo papilar.

"El cáncer diferenciado de tiroides no suele dar síntomas y generalmente se presenta como un nódulo tiroideo. Para su diagnóstico nos basamos en la ecografía cervical y la biopsia con punción por aspiración con aguja fina (PAAF). La mayor parte de casos detectados, son tumores en estadios iniciales y microcarcinomas (tumores pequeños de menos de un centímetro) que se detectan, entre otros motivos, por la mejoría de la resolución de las pruebas diagnósticas actuales", ha explicado la doctora.

El tratamiento es quirúrgico mediante la extirpación total o parcial de la glándula según la situación de cada paciente y en los casos en los que sea necesario se administrará tratamiento con radioyodo, el cual tiene como objetivo la eliminación de los restos de tejido tiroideo (tanto sano como tumoral) que puedan quedar tras la cirugía para destruir posibles focos de carcinoma microscópicos y minimizar el riesgo de aparición de carcinomas de novo.

"Además, la ablación de restos tiroideos con radioyodo favorece el seguimiento a través del marcador tumoral en plasma tiroglobulina", ha detallado De Mingo, quien ha destacado la importancia de que el paciente que va a ser sometido a radioyodo conozca los aspectos prácticos como, por ejemplo, que el mes previo a la administración deberá realizar una dieta baja en yodo y evitar cualquier medicación que contenga ese elemento.

Asimismo, prosigue, deben evitarse las pruebas radiológicas con contrastes yodados (TAC) y si ya se han realizado, hay que retrasar el radioyodo varios meses. Del mismo modo, se aconseja evitar el embarazo en el año posterior a la administración del radioyodo y suspenderse la lactancia debido a la eliminación del radioyodo a través de la leche materna.

"Durante el ingreso en Medicina Nuclear deberá mantener una ingesta hídrica adecuada y se le facilitará zumo de limón con las comidas para favorecer la eliminación del radioyodo a través de la saliva y evitar el daño de las glándulas salivares. Por último, el radioyodo se elimina también por sudor y saliva por lo que al alta no se deben compartir con otras personas ni vajilla, ni cubiertos ni ropa durante el tiempo que aconseje el Servicio de Medicina Nuclear", ha zanjado.

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