Como cada medianoche del 30 de abril al 1 de mayo, los quintos de localidades como Morales del Vino, Moraleja o Villaralbo cumplieron con la tradición de la puesta de mayo. Una costumbre ancestral que da la bienvenida a la primavera evocando a la fecundidad de los campos. 

Durante los días previos o en la tarde del último día de abril, los mozos de 18 años se echaron a los montes y choperas del municipio para cortar y podar el mejor ejemplar que a las doce en punto de la noche sería ‘plantado’ en el hoyo cavado para la ocasión. 

Con más maña que fuerza y ayudados por sogas, palas e incluso remolques y tractores, los jóvenes quintos lograron estabilizar la viga gracias también a las indicaciones de los vecinos. Una vez fijado en el suelo con piedras y tierra pisada, los quintos más osados procedieron a la colocación de un peluche o una bandera española en la copa del árbol como remate y símbolo de coronación de una de las costumbres comunes más arraigadas en la provincia. 

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