Como si un equipo de baloncesto estuviera un cuarto entero aciago de cara al aro o un conjunto de fútbol americano se quedara varias yardas alejado de la zona de anotación durante uno de los cuatro parciales. Así debió sentirse ayer el Balonmano Aragón cuando vio como el Balonmano Zamora no sólo neutralizaba su ventaja de cuatro tantos al descanso, sino que la pulverizaba y revertía el partido cambiado de lado los cuatro tantos a favor.

Un cuarto del choque sin recibir un gol, un tiempo eterno en un deporte que acostumbra al espectador a un ritmo frenético de jugadas ofensivas e intercambio de goles, que blinda la mentalidad de los jugadores aunque encajen varios tantos seguidos, conscientes de que los parciales se pueden revertir instantes después. Pero el de ayer en Zaragoza fue tan contundente que en el boxeo se hubieran podido contar en aquél minuto 16 esos diez segundos que demuestran que el contendiente tumbado en el cuadrilatero ya no puede continuar con el combate.

Tras cuatro minutos de juego de la segunda parte y con su equipo aún un gol arriba, Lozano pidió tiempo muerto para tratar de rescatar a los suyos de una inercia negativa que les llevaba directos a la derrota.

El MMT Seguros Zamora volvió a exhibir una vez más su confianza en el bloque, su fe ciega en el que está al lado, para dar la vuelta al partido, para conjurarse en el vestuario en la aplicación rigurosa de los ajustes tácticos que permitieran frenar una sangría ofensiva de un rival que llevaba una progresión de concluir con 36 tantos marcados, guarismos que García Valiente siempre quiere evitar.

De aquello, Aragón concluyó en unos exiguos 23 tantos. Una muesca más en el revolver de un grupo de jugadores que acepta con naturalidad los retos, bajo una batuta desde el banquillo que cuando mayor es el desafío, más preclaro ve el camino.

Tienes que iniciar sesión para ver los comentarios

Lo más leído