La ciudad enmudece al paso del Santísimo Cristo de las Injurias

El terciopelo rojo bañaba la plaza de la Catedral sumida en el aroma del incienso. El Santísimo Cristo de la Injurias aguardaba el juramento a las puertas de la Seo.

 La ciudad enmudece al paso del Santísimo Cristo de las Injurias
La ciudad enmudece al paso del Santísimo Cristo de las Injurias

Los centenares de hermanos de la Cofradía del Silencio se postraban ante su imagen principal. Las campanas sonaron mil y una veces como marca la tradición. El Santísimo Cristo de las injurias, como centinela del templo zamorano, era testigo de las palabras de Enrique Julián Crespo Rubio.

Hermano emérito de la Cofradía, ostentando el número 68, devoto del Santísimo, pronunció un sentido discurso denunciando la barbarie humana actual dentro de los conflictos bélicos, encomendando al Cristo de las Injurias el amparo de aquellos que lo sufren y el perdón para sus autores.

Los centenares de hermanos en posición orante juraron guardar silencio de manera unísona. Zamora se sumía en profundo silencio al paso del pebetero, del incensario y de la imagen principal. Pese a los pequeños altercados debidos a varios desmayos en la plaza de la Catedral, el recorrido procesional tomaba rumbo a la Plaza Mayor.

El terciopelo rojo bajo el aroma del incienso abría paso por las calles del Casco Antiguo sembrando el silencio y el recogimiento. El crepitar de las velas, el caminar de los cofrades, y el replique al paso de pebetero, eran los únicos que rompían la calma de una Zamora enmudecida.

El gesto roto de dolor y de amargura del Cristo de las Injurias se tornaba protagonista en la tarde noche del Miércoles Santo. Un año más, el rojo y la penitencia guardaban silencio junto a los zamoranos fieles a la imagen y a la propia Cofradía.

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