A medianoche, con la luna llena a orillas del Duero, las puertas del templo románico de San Claudio de Olivares se abrieron este miércoles para dar culto al Santísimo Cristo del Amparo a extramuros de la ciudad. Así, los miembros de esta “hermandad de pastores” como inicialmente fue denominada en los años sesenta, pusieron rumbo a la calle Cabildo para recorrer la avenida de Vigo de forma paralela al río.
El sonido calmado del agua, los sones de la matraca, los acordes del cuarteto de viento metal, las lúgubres salmodias del bombardino y el chirrido de las asas de los faroles al caminar fueron la banda sonora de su lento caminar.
Ataviados con la Capa de Chiva de color pardo con picados de paño negro, los hermanos enfilaron la cuesta de Pizarro para cruzar el arco de San Ildefonso, junto a la plaza Fray Diego de Deza, donde tuvo lugar el rezo del Vía Crucis.
Encapuchados pero con el rostro descubierto, los integrantes de la Hermandad de Penitencia prosiguieron su camino hasta la seo zamorana en uno de los desfiles más rústicos y austeros de la Semana de Pasión.
Prueba de ello, los cardos y la calavera en alusión al monte Calvario a los pies del Cristo del Amparo. Tras dejar atrás el Arco del Obispo, los hermanos trasladaron esta imagen de autor desconocido del siglo XVII al templo de origen, San Claudio de Olivares, no sin antes entonar el Miserere Castellano o de Aliste, comarca originaria del cántico rural y del desfile procesional en sí.
“Ten mi Dios, mi bien, mi amor
Misericordia de mí,
Ya me ves postrado aquí,
Con penitente dolor:
Ponga fin a tu rigor
Una constante concordia,
Acábase la discordia,
Que causó el yerro común,
Y perdóname según,
Tu grande misericordia”.
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