Botellas de agua, gestos de cansancio y caperuces fuera como un resorte en el descanso de la Catedral. El calor ha marcado el recorrido de la Vera Cruz por las calles de la capital. El traje de terciopelo morado ha hecho mella sobre unos cofrades que han hecho caso omiso a los varas cuando estos les reclamaban paciencia a la hora de despojarse de la parte de arriba de la indumentaria al llegar al parón.
La segunda parte del trayecto ha sido más agradable para los que han resistido bajo la túnica para arropar a los once pasos de la cofradía de vuelta al Museo. De la Vera Cruz a la Virgen, todos ellos se han encontrado con otro tipo de calor aparte del ya mencionado, el de un público que ha abarrotado las aceras para emocionarse al son de las marchas y el movimiento pendular de las imágenes.
La procesión también ha contado con una más que destacable participación infantil. Prácticamente a cada paso se encontraban niños y niñas con la cara descubierta, algunos lo suficientemente pequeños para tener que ir en brazos de sus padres. La Vera Cruz tiene cantera.
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