Leonardo Hernández le dio brillo a una corrida de rejones gris, anodina y por momentos aburrida en parte por el poco brío de un toros de la ganadería de Castilblanco que no terminaban de encajar en el festejo como a rejoneadores y público les hubiese gustado.

Hernández fue capaz de sacar lo mejor de los astados y logró dos orejas en cada uno de los toros de su lote. En el primero ya aseguró la puerta grande con una faena alegre, brillante y pensando en el público que se concentró en el tendido zamorano. En el segundo fue de menos a más. Su espectáculo con las banderillas cortas y con las rosas levantó de sus asientos a un público que a partir de ahí estaba predispuesto a pedir los máximos trofeos posibles para este rejoneador. El extremeño cortó dos orejas en el primer toro, mientras que en el segundo también alzaría dos trofeos y una tremenda ovación de la Plaza de Toros. Incluso, el público terminó descontento al no conceder el presidente la petición de rabo.

Sergio Galán, que venía de triunfar en Las Ventas, fue el  primero en salir al ruedo. En el primer toro de su lote, y con el público aún frío en sus localidades, no fue capaz de despertar al respetable con una faena demasiada regia. En el segundo por fin tocó pelo gracias a un buen tercio de banderillas que empujó al público zamorano a pedir al menos una oreja por su entrega en ambos toros.

Por último, Roberto Armendáriz fue el que más acusó la mansedumbre de los astados de la ganadería de Castilblanco y se fue de la feria sin trofeos. En el primero, tras una faena sobria, perdió la oreja por asestar el rejón de muerte demasiado caído; mientras que en el segundo, la falta de fuerza del toro deslució la puesta de banderillas y precipitó un final de faena con el rejón de muerte mal colocado y la obligación de ajusticiar al toro con el estoque de cruceta.

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