Tras la oración en el atrio de la Santa Iglesia Catedral pasadas las siete y media de la tarde, los mil hermanos de la cofradía benjamina de la Semana Santa zamorana emprendían su camino rumbo al Cementerio de San Atilano. Bajo el cielo azul, la Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús, Luz y Vida recorrió el itinerario previsto hasta el camposanto con la imagen titular del cortejo a sus espaldas pese a la amenaza de lluvia. 

La imagen realizada por Hipólito Pérez Calvo a finales de los años ochenta fue portada en sus restauradas andas tras el tañer de las esquilas del Barandales y conducidos por la cruz guía obra de José Antonio Pérez. Así, la talla de Jesús de Luz y Vida abandonó la Plaza de la Catedral para descender por la Cuesta de Pizarro ante la atenta mirada de los fieles y cruzar el puente de Piedra en solitario.

Una vez en el umbral del Cementerio, los hermanos oraron por los que ya no están y realizaron la tradicional ofrenda a todos los difuntos que años atrás hicieron posible la Semana Santa de la ciudad: hermanos, cargadores, músicos, camareros, directivos, imagineros, cotaneros, capellanes y un sinfín de devotos que de una forma u otra han estado ligados a la semana de Pasión local. 

La corona de flores blancas que había sido transportada en la cruz hasta el camposanto fue depositada en el monumento conmemorativo en tributo a los fallecidos, ante la presencia de los representantes de todas las Cofradías y autoridades como el concejal Antidio Fagúndez. El emotivo acto de fe y resurrección fue musicalizado gracias al cuarteto de viento metal de la Cofradía y al Coro de la Hermandad, que ha interpretado su ‘De Profundis’. 

Oficiado el homenaje, los hermanos de túnica monacal blanca iluminaron el camino de regreso hacia el templo mayor con la luz de sus faroles. Allí, la figura serena y humana de Jesús de Luz y Vida descansará en la capilla de San Pablo.

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