El vino es parte de nuestra cultura. Está incorporado en nuestra vida cotidiana alegrando nuestras reuniones familiares y nuestras fiestas, y desde hace unos años, además, los caldos protegen nuestros campos y nuestra salud.

Y es que cada vez es más habitual ver extensas hectáreas de viñedos habilitadas para producir vino ecológico. Nace así una nueva corriente donde confluyen la pasión por la enología, la conservación del medio ambiente y el cuidado del organismo y con ella, nace también El Hato y el Garabato, una microbodega situada en los Arribes del Duero de la mano de Liliana Fernández y José Manuel Benéitez.

Sus caldos están exentos de residuos y herbicidas, como definición podríamos decir que el vino ecológico es aquel que se consigue mediante procedimientos naturales que comienzan en la tierra y finalizan en su conservación.

Si se sigue esta filosofía sólo se podrán utilizar abonos naturales orgánicos de origen vegetal o los residuos del propio cultivo. Es tal el culto por lo ecológico que el suelo donde se plantan las viñas debe ser conservado de este modo varios años para asegurar su limpieza.

En cuanto a las variedades de uvas, estas son las mismas que en la agricultura convencional, así como las Denominaciones de Origen  de las que proceden. A la hora de elaborar el vino se exige que la fermentación sea con levaduras naturales o autóctonas.

Si nos decantamos por este tipo de caldos naturales, hay que saber distinguirlos de los convencionales. Únicamente tenemos que asegurarnos de que llevan una contraetiqueta donde se indica que son ecológicos.

Es una forma más de volver a nuestros orígenes. Un consejo que nos da José Manuel es que "todo aquel que quiera apreciar estos majestuosos vinos, tendrá que volver a reeducar su paladar, porque son vinos que conservan todo el aroma de la tierra". 

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