Con motivo de la apertura del Museo Diocesano de Zamora hace algo más de dos años y medio, numerosas piezas fueron sometidas a un proceso de restauración que devolvió a éstas una imagen más cercana a la que poseían en el momento de su factura. Un ejemplo de una de ellas es el relieve escultórico con el tema del Llanto sobre Cristo muerto. La obra, procedente de la iglesia de San Andrés de la localidad de Olmo de la Guareña, luce de este modo policromía, dorado y estofado; labores de las que se encargase el maestro toresano Baltasar de Coca en el año 1600.                                                                     

Los problemas de conservación que presentaba el relieve tallado por Andrés Fernández Peral eran debidos al envejecimiento natural de los materiales constituyentes, así como a la manipulación del relieve en intervenciones posteriores a su ejecución. En este sentido, la obra presentaba repintes de pintura plástica de bastante grosor, que aceleraban el deterioro impidiendo los movimientos naturales de la capa pictórica original, y provocando su levantamiento. La restauración comenzó por la consolidación del soporte, habida cuenta del ataque de xilófagos de la estructura. Este ataque había ido debilitando las maderas, de igual modo que lo habían hecho otros agentes biodeteriógenos.

Por otro lado, algunas zonas las imágenes habían sufrido pérdidas volumétricas que afectaban ligeramente a la lectura de la pieza; y también eran visibles pequeñas grietas fruto de los movimientos naturales de la madera. Tras un proceso de desinsectación, desinfección y consolidación, el relieve escultórico fue sometido a un concienzudo proceso de limpieza el cual, acompañado de las reintegraciones cromáticas y volumétricas, facilitan una lectura más acorde y exacta en relación a los planteamientos primigenios.

 

 

 

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