Cientos de devotos presencian en la Catedral de Zamora la coronación canónica de Nuestra Madre de las Angustias

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 Cientos de devotos presencian en la Catedral de Zamora la coronación canónica de Nuestra Madre de las Angustias
Cientos de devotos presencian en la Catedral de Zamora la coronación canónica de Nuestra Madre de las Angustias

Con el obispo, concelebraron unos 40 sacerdotes de la Diócesis, incluido el Cabildo Catedralicio. La eucaristía, en la que cantó el Coro Sacro “Jerónimo Aguado”, también contó con la asistencia de los representantes de las administraciones públicas: María Josefa García Cirac, presidenta de las Cortes de Castilla y León; la vicepresidenta primera de la Mesa de las Cortes, Isabel Alonso; Clara San Damián, subdelegada del Gobierno; Rosa Valdeón, alcaldesa de Zamora; Fernando Martínez-Maíllo, presidente de la Diputación Provincial; y Alberto Castro, delegado territorial de la Junta de Castilla y León, además de representantes de todos los sectores sociales de la ciudad.

Después de las lecturas, tomadas de la liturgia propia de las fiestas de la Virgen María, el prelado señaló en su homilía las semblanzas que le sugiere la contemplación de esta imagen de gran devoción: “la Virgen Madre, la que acaba de recibir en la cruz el título de Madre de todos los creyentes, ofrece a su Hijo muerto y desechado por todos los hombres. Éste es el gran misterio de la Virgen: mostrarnos a Jesucristo, entregado por nosotros y por nuestra salvación”.

Por eso, dijo, “siempre que miremos esta imagen, recordemos que el que tiene en sus brazos es el que murió por nosotros y nos salvó. El pueblo cristiano no puede olvidar esta verdad fundamental de nuestra fe: nosotros somos salvados en su entrega”. Como señaló San Pablo, Jesucristo “me amó y se entregó por mí”.

Monseñor Martínez Sacristán indicó una segunda semblanza de Nuestra Madre de las Angustias: “el gesto de mostrar en Jesucristo a todos los pobres de la tierra, a todos los desgraciados, a todos los depauperados, a los últimos, a todos aquellos a los que nadie mira y son despreciados. La Virgen de las Angustias nos muestra que en su Hijo está la humanidad sufriente, la humanidad prioritaria para la Iglesia y para un cristiano”.

Misericordia

Y, así, “no hay nada más grande que tener misericordia. La vida no es de los prepotentes y de los soberbios; la misericordia vence al mundo y a lo que hay en él”. No hay que salir de nuestra propia provincia, añadió: “hay que acordarse de la gente que vive en los pueblos la vejez, la soledad, el abandono… ésos son los pobres, ésa es la gente que necesita nuestras prioridades a la hora de actuar”.

También “hay que acordarse de toda esa juventud que está traspasada por los males que todos sabemos, y de los enfermos: de cáncer, incurables, abandonados, sufrientes... Acordémonos en este día y ante esta Madre de lo que no vale en este mundo porque es despreciado y olvidado, porque vamos buscando la vanagloria, no la misericordia, que es lo que hay que buscar, porque en la misericordia está la salvación, está la gracia, está la vida”.

El obispo diocesano llamó a los presentes “a llenarnos de estas entrañas de misericordia, volviendo los ojos a esta bendita imagen. Que ella nos enseñe a nosotros a ser así, que nos invite a ser igual que Ése que muestra. ¿Por qué no ser como su Hijo en nuestra vida, en nuestras acciones y actitudes? No es tan difícil; basta con que la miremos a ella y oremos de corazón”.

Se refirió a la comunión, momento culminante de la eucaristía, que “ha de ser para nosotros causa de salvación y de vida, para ser a imagen y semejanza de nuestra Madre, y así podamos ofrecer dignamente a su Hijo Jesucristo”. Un misterio de entrega generosa a Dios; “lo demás no tiene importancia. Hay que poner delante a Dios, como ella”.

Monseñor Martínez Sacristán terminó su predicación expresando también su deseo de “que ella guíe la Semana Santa para que sea santa, una semana de hermanos, de personas que buscan el bien de su Iglesia y de su ciudad, y desean ser fieles al evangelio del Señor”.

Coronación

Tras la homilía, y después de una breve monición, tuvo lugar el rito de la coronación, siguiendo las normas eclesiales contenidas en el Ritual de la Coronación de una imagen de la Santísima Virgen María, promulgado por la Santa Sede. El obispo pronunció la oración de acción de acción de gracias e invocación, refiriéndose a los creyentes como quienes “al ceñir con una corona visible la imagen de la Madre de tu Hijo, reconocen en tu Hijo al Rey del Universo e invocan como Reina a la Virgen María”.

Acto seguido, roció la corona, situada desde el comienzo de la celebración en la vía sacra de la Catedral, con agua bendita. Después se inició la procesión del obispo, varios sacerdotes y acólitos, además de los portadores de la corona, hasta el lugar donde estaba colocada la imagen de Nuestra Madre de las Angustias desde el traslado procesional del día anterior, sobre la puerta sur del templo.

Una vez allí, el obispo ascendió por una escalera colocada para la ocasión, y así, después de recibir la corona de manos de la presidenta de la Cofradía, Isabel García Prieto, impuso la corona sobre la cabeza de la imagen de Nuestra Madre de las Angustias, mientras el Coro Sacro rubricaba este momento central con el canto del “Alleluia” de Haendel. A continuación Gregorio Martínez incensó las imágenes del Señor y de la Virgen María como muestra de veneración del pueblo fiel, dirigiéndose a Cristo: “Tú has coronado de gloria a tu Madre, la Virgen María, recibe nuestro homenaje de adoración”.

Tras regresar el prelado a la cátedra, la asamblea entera continuó la celebración con la profesión del Credo y la oración de los fieles, en la que se pidió por el Papa, el obispo y todos los ministros de la Iglesia, por la paz, por los cristianos perseguidos, por los más necesitados, por la ciudad de Zamora y sus cofradías y, finalmente, por todos los presentes. Después prosiguió la eucaristía.

Al final de la celebración, tras la bendición solemne, se cantó la Salve en latín, mientras el obispo se dirigió hasta la imagen recién coronada para incensarla, primero a Cristo y después a su Madre. Después de la despedida de la asamblea, durante la procesión de regreso a la sacristía, el Coro Sacro interpretó el Himno a Nuestra Madre, obra de Pablo Durán.

Terminada así la eucaristía, entró en el primer templo diocesano la Banda de Música de Zamora para interpretar por primera vez la pieza Madre Coronada, obra de Jaime Gutiérrez Domínguez, compuesta para la ocasión, y dando comienzo, así, a la procesión con Nuestra Madre de las Angustias por las calles de Zamora para devolverla a su casa, la iglesia de San Vicente Mártir. Al final de la procesión, se cantó la Salve popular en la Plaza Mayor, y concluyó el acto en la iglesia, donde el obispo rezó la oración en honor de Nuestra Madre de las Angustias coronada.

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