Al subir por la Cuesta del Bolón se puede observar el estado de abandono del campo de tierra de La Josa. Hierbajos y porterías oxidadas sin red decoran un rectángulo que conoció tiempos mejores. Unos metros por encima, en una zona plagada de grafitis, dos mujeres charlan animadamente mientras fuman apoyadas en la pared. Es lunes por la mañana y ambas hacen bien en descansar. Pronto llegarán varias horas de actividad intensa. Al apagar el cigarro, se dirigen a una pequeña puerta situada al pie de la ludoteca. Al entrar, se observa un pasillo lúgubre con varias habitaciones a los lados. Una de ellas constituye la esperanza diaria de 28 familias.

Estas dos mujeres son tan solo dos de las dieciséis personas que, cada día, sacan adelante el proyecto de la cocina solidaria de San José Obrero, un barrio cuya Asociación de Vecinos se niega a aceptar la realidad de la pobreza, que ha caído como una losa en algunas familias de su entorno. Por eso, entre otras iniciativas, desde marzo alimentan a todas aquellas personas que necesitan su ayuda: "Quiero que quede muy claro que esto no es caridad ni beneficencia, es solidaridad", apunta la portavoz de las voluntarias, mientras sus compañeras desempaquetan varias cajas con carne congelada que acaban de recibir como donativo por parte de Moralejo Selección.

La estancia en la que trabajan es pequeña y la comida está almacenada para que se pueda repartir de forma ágil y sin dificultad. En una de las zonas del fondo, varios 'packs' de productos de primera necesidad esperan un dueño; en frente, un congelador conserva carnes, pescados y algunos alimentos cocinados que irán a parar a manos de las familias próximamente. También hay una nevera que sirve, por ejemplo, para guardar en frío los lácteos y un espacio para preparar los platos que los usuarios de la cocina se llevan ya hechos: "No queremos que la gente coma aquÍ", destaca una de las mujeres. "Queremos que coma en su casa, con los suyos".

Todo el mundo tiene cabida en este proyecto pero, como en todas partes, existen prioridades. En San José Obrero son los niños y niñas: "Procuramos darles aquello a lo que no pueden acceder: Verduras, carne, pescado, yogures... También tenemos potitos y papillas", explica la portavoz de las voluntarias, que se pregunta "cómo puede vivir una familia con hijos si solo tiene una prestación de 400 euros". Ahí es donde aparecen ellos. Y también sus colaboradores: "Dona el Banco de Alimentos, que es muy importante, el barrio ayuda con su colaboración económica, personas particulares… Hay muchísima gente que nos apoya. Y cada vez más".

La Navidad constituye un periodo propicio para que toda la sociedad tienda una mano a este tipo de proyectos. Pero algunas de las voluntarias expresan su temor. ¿Qué sucederá en las semanas posteriores a las fiestas? "En enero y febrero también se come todos los días", recuerda una de ellas antes de que la portavoz exprese su confianza en que los zamoranos continúen prestando su colaboración altruista: "La gente está concienciada por todo lo que está viendo. Los comedores sociales los hay, pero una cocina es algo que no existía. La gente nos apoya".

La idea de organizar este proyecto surgió mientras varias amigas del barrio tomaban un café. Del lamento, pasaron a la acción. Ahora dieciséis personas trabajan y crecen a marchas forzadas: "Estamos un poco apuradas, pero somos muy capaces, tenemos mucha voluntad", comentan. Y añaden: "Los que estamos a pie de calle somos la gente de los barrios y sabemos de las necesidades". Ya son nueve meses de trabajo. Nueve meses de crecimiento con una filosofía: "Por favor, déjalo claro, esto es algo colectivo, nada de caridad. Es solidaridad y dignidad de la gente de barrio".


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