El golpe de los hachones en el suelo, los bombos y el sonido ahogado de los tambores que acompañaban al Cristo. Tres únicos sonidos que componen la banda sonora de la Hermandad Penitencial de las Siete Palabras. Una procesión que forma parte de ese reducto de hermandades que ayudan a catalogar la Semana Santa de Zamora como una de las más austeras del país. 

A las doce en  punto, las hojas de la puerta principal de Santa María de la Horta se abrían para dejar pasar la imagen de Cristo. Un Cristo de la Agonía que como cada año es el primero en pisar la calle. Como si estuviera pasando lista a todos los hermanos que deciden desfilar, el Cristo queda en espera en uno de los costados de la iglesia. A partir de ahí, los penitentes  comienzan a salir. Una a una, las siete frases que exhaló Cristo antes de morir también retumbaban en la cabeza de los zamoranos que se apostaban en las aceras para ver la procesión.

“PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”  (Lc 23,34) / “YO TE ASEGURO: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO” (Lc 23,43) / “MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. HIJO, AHÍ TIENES A TU MADRE”  (Jn 19,26) / “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?” (Mt 27,36) / “¡TENGO SED!” (Jn 19,28) / “TODO ESTÁ CUMPLIDO”  (Jn 19,30) / “PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”  (Lc 23,46).

La subida de Balborraz y la llegada a la Plaza de Viriato fueron dos de los momentos más especiales. En Viriato, la lectura de las siete palabras y la oración proclamada por el capellán de la Hermandad, José Alberto Sutil, congregó a un buen puñado de personas que no quisieron perderse ese momento íntimo y de meditación. Una meditación y un respeto que como cada año los hermanos mantuvieron en una segunda parte del recorrido en la que los penitentes prácticamente escoltan en solitario al Cristo de la Agonía hasta el templo.

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