Sonreía Lucas Fernández mientras el Ángel Nieto entraba en ebullición. En sintonía con el equipo, el público estaba disfrutando de lo lindo con un tercer cuarto que logró satisfacer las expectativas de todos aquellos que fueron al pabellón en busca de un baloncesto frenético. Las naranjas se convirtieron en una apisonadora en uno de sus mejores parciales de la temporada. Por eso sonreía su entrenador.

Tras la remontada y el sufrimiento posterior, el técnico manchego pudo festejar el triunfo consciente de que, por primera vez en toda la temporada, uno de los seis mejores clasificados del campeonato, había caído a la lona ante sus jugadoras. También tenía motivos para estar contento Lucas Fernández por la comunión entre la plantilla y una grada que se entregó a la garra y al carácter de las naranjas, muchas veces criticadas por su frialdad y, en esta ocasión, elogiadas por su capacidad competitiva.

Esa fortaleza física y mental deja al Zamarat a un paso de certificar el objetivo de la permanencia. Con ocho victorias, e instaladas en la zona templada de la clasificación, las naranjas tienen una ventaja de cuatro triunfos sobre los dos últimos a falta de siete jornadas para que la Liga Femenina baje el telón. Tan solo un desastre impediría que el club cumpla el año que viene un lustro en la élite.

De hecho, la salvación virtual podría llegar en apenas cuatro días. El viernes, el conjunto zamorano se desplaza a Cáceres para medirse al colista, en un encuentro en el que el Zamarat puede salir a competir con la tranquilidad de que una derrota no supondría demasiado nerviosismo extra y con la motivación que le aporta saber que ganar vale por una permanencia. 

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