Punto y final a una jornada maratoniana. La Virgen de la Concha despertaba a las ocho de la mañana con el tañer de las campanas para celebrar la Misa de Romeros. Más de catorce horas después, a las diez y media de la noche, regresaba de nuevo a San Antolín para descansar después de un día repleto de emociones. Un día en el que estuvo acompañada por miles de zamoranos que no quisieron dejar sola a la patrona de Zamora en su peregrinar a La Hiniesta. 

Una vez allí, y tras el lógico descanso para reponer fuerzas con las suculentas viandas, pasadas las cinco de la tarde la comitiva regresaba hacia la capital, previo paso por la ermita de Valderrey. Los romeros disfrutaron con una meteorología tremendamente benévola, que permitió que durante gran parte del recorrido los fieles pudieran completar el trazado en manga corta. 

Después, regreso por las vistillas para que la Virgen de la Concha pudiera hacer su penúltima etapa, entrando en la iglesia de Los Remedios. De ahí, hasta la iglesia de San Antolín, un último esfuerzo para todos los participantes que llegaban exhaustos pero tremendamente satisfechos al templo de salida. La Salve suponía la clausura de una de las romerías de la Concha más multitudinarias de los últimos años. 

Ya con la virgen descansando, los fieles accedieron al interior del templo para recoger las espigas y las flores que acompañaron a la imagen durante todo el día. La mistela y las pastas cerraban un día festivo en la capital en el participaron activamente en torno a 15.000 personas.

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