El 27 de septiembre a las 3 de la madrugada, con las compuertas de Ricobayo desembalsando agua y produciendo electricidad a todo trapo, el embalse del Esla tuvo por última vez 200 hectómetros cúbicos de agua embalsada.
La situación ya era dantesca, viendo los vecinos de los pueblos afectados como cada día bajaba más de un metro el agua y notando los negocios de la zona como los veraneantes disminuían antes de un mes de agosto que fue dramático para chiringuitos, bares de pueblo y otras tiendas de alimentación que hacen su agosto en agosto.
La situación, denunciada por todos los pueblos incluso desde antes, cuando el vaciado ya era un hecho, no se pudo solucionar y lo único que consiguieron los vecinos peleando para eliminar este desierto era que Iberdrola se comprometiera a no bajar más un nivel que ya dejaba a la vista el Puente Chiquito de Manzanal del Barco, las ruinas de San Pedro de la Nave o La Pueblica, el Molino de Santa Eufemia y tantos otros vestigios de la vida antes del embalse.
Se fue agosto y con él septiembre, la época estival y los veraneantes y quedaron los pueblos todavía sin agua porque hoy, 27 de octubre, tres meses más tarde, la situación sigue lejos de mejorar.
El embalse de Ricobayo aún no ha recuperado los 150 hectómetros cúbicos que perdió el 31 de julio aunque se recupera muy lentamente porque las turbinas están más tiempo paradas que en funcionamiento.
Se cumplen, por tanto, tres meses con menos de 200 hectómetros cúbicos de agua y la situación está lejos de volver a la normalidad porque la media de los diez últimos años, incluyendo dos de ellos con sequía extrema, es cuatro veces superior al caudal actual.
El pasado año, a estas alturas, coincidiendo con uno de los momentos de caudal más bajo del año, Ricobayo contaba con 440 hectómetros cúbicos de agua.
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