Los incendios de sexta generación golpean a Zamora: “Hay fuegos que escapan a la extinción humana. El monte es un polvorín"
Los incendios de sexta generación arrasan los montes de Zamora: parcelas abandonadas, vegetación sin control y la falta de limpieza multiplican el riesgo
Lo que en julio parecía un análisis técnico ahora suena a advertencia cumplida. En un reportaje publicado por Zamora24horas el pasado 21 de julio, Manuel Moreno, jefe de sección de incendios forestales en la provincia, alertaba de la amenaza de los incendios de sexta generación. Hoy, tras los fuegos de Molezuelas de la Carballeda, Puercas, Mahíde y Porto de Sanabria, aquellas palabras cobran un inquietante sentido.
El verano arrancó con calma, pero el 10 de agosto la provincia volvió a revivir la pesadilla: las llamas se desataron en Molezuelas de la Carballeda y Puercas, a los que siguieron otro incendio en Mahíde y el que todavía permanece en Nivel 2 en Porto de Sanabria. Una cadena de siniestros que, según los expertos, encaja de lleno en la definición de incendios de sexta generación, los más destructivos y difíciles de combatir.
¿Qué son los incendios de sexta generación?
Se trata de incendios que superan la capacidad de extinción humana. Avanzan con tanta fuerza que llegan a generar su propia meteorología: columnas de humo que alteran el viento, cambios bruscos en la dirección de las llamas y fenómenos como pirocúmulos —nubes creadas por el propio fuego— que convierten la lucha en un pulso desigual.
“Hay situaciones que ningún operativo puede controlar”, señalaba Moreno en aquel reportaje de julio, advirtiendo de que la prioridad en estos escenarios no es apagar el fuego, sino proteger a la población y a los bienes más expuestos.
En este mismo reportaje, el jefe de Medio Ambiente de Zamora, Mariano Rodríguez insistía también en la raíz del problema: el abandono agrícola y ganadero. La desaparición de cultivos y pastoreo ha provocado que la vegetación se acumule sin control, convirtiendo grandes extensiones en un combustible perfecto para el fuego.
“Un monte sin agricultura es un monte con más combustible y, por tanto, más vulnerable a estos incendios”, remarcaba.
"Hay fotos de los años 50 del Lago de Sanabria con todas las laderas verdes de césped, todo sin árboles. Tu miras ahora alrededor y es todo bosque. Sobre todo que hay mucho matorral debajo. La gente que aprovecha la leña es poca, la gandería ha desaparecido. Todo esto está produciendo unos daños en el medio muy prejudiciales", aseguró Rodríguez.
A esta situación se suma otro problema estructural: el minifundismo, con miles de pequeñas parcelas privadas abandonadas que se convierten en un mosaico inabarcable de maleza y combustible vegetal. Según Manuel Moreno, jefe de sección de incendios forestales en Zamora, esta realidad complica cualquier estrategia de prevención.
Moreno apunta que, aunque los vecinos colaboran en lo posible, la Junta de Castilla y León apenas realiza labores de limpieza y desbroce en muchas zonas del monte público, lo que incrementa el riesgo y hace que, en plena ola de calor, cualquier chispa pueda transformarse en un incendio incontrolable.
Del recuerdo de 2022 a un presente inquietante
Los zamoranos aún tienen grabadas las imágenes de la Sierra de la Culebra en 2022, cuando más de 60.000 hectáreas ardieron en cuestión de días. Este verano, los focos de Molezuelas, Puercas, Mahíde y Porto han devuelto ese miedo, aunque con una diferencia: la conciencia de que estos fuegos no son excepciones, sino la nueva norma en un contexto de sequías prolongadas y temperaturas extremas.
La tecnología —con brigadas geolocalizadas, simuladores de propagación y coordinación internacional— ayuda a mejorar la respuesta, pero desde el propio operativo lanzan un mensaje claro: sin prevención y gestión activa del territorio, los incendios de sexta generación seguirán marcando los veranos en Zamora.
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